RELATO HISTÓRICO

RELATO HISTÓRICO

El estallido de la Revolución Mexicana encabezada por Francisco I. Madero fue visto con mucho agrado por parte de los habitantes de Guachinango, más no para las personas pudientes y las autoridades, porque podían perder algunos privilegios y el control que tenían sobre la población y sus alrededores. Las personas consideraron que con la revolución podrían solucionar los problemas que azotaban al poblado, como la  inseguridad que imperaba en el interior de la comunidad y sus alrededores, la pobreza en que vivían los campesinos,  las malas cosechas en años anteriores, la prepotencia de algunas autoridades municipales y del destacamento del cuerpo de rurales del estado de Jalisco, entre otras.

Los personajes oriundos de la población que  destacaron por su participación en la Revolución Mexicana fueron Celso Santiago y Valente De León, quienes en un principio se identificaron con Pascual Orozco, ya que una mañana del mes de abril de 1912, al quemar los archivos de algunas oficinas municipales en donde se encontraban los procesos penales en su contra, gritaron ser “orozquistas”.

La participación de Valente de León en el movimiento revolucionario fue corto ya que murió en junio de 1913, a consecuencias de las quemaduras que sufrió al participar en el incendio de la hacienda de La Quesería, situada entre la Estancia de los López y Amatlán de Cañas, Nayarit. Al estar regando petróleo para que la hacienda ardiera pronto, se le mojaron sus ropas, y como andaba en su caballo arrojándolo, al prender fuego y con el viento, sus ropas se prendieron.

            La intervención de Celso de Santiago fue hasta el año de 1914, ya que fue asesinado a finales de ese mismo año, en la ciudad de Ameca, Jalisco, por la escolta de un antiguo conocido y compañero de armas en años anteriores, Enrique Vera,  (jefe de armas de esa misma ciudad) por la razón de que Celso se negó a presentarse al cuartel.

Celso de Santiago se incorporó a finales de 1913 a las fuerzas de Lucio Blanco, bajo el mando de Álvaro Obregón. Precisamente, la causa de la muerte de Celso fue de la siguiente manera: en octubre de 1914, éste solicitó permiso en México, D. F., ante su jefe Lucio Blanco, para ver a su familia que radicaba en Amatlán de Cañas, Nayarit, ya que su esposa estaba enferma. Fue entonces Celso a visitar a su familia, y después de algunos días, su esposa falleció. Llevó a Guachinango a vivir a sus dos pequeños hijos. Como tenía que regresarse nuevamente a la Ciudad de México, emprendió su viaje de retorno acompañado por un amigo. Al pasar por la ciudad de Ameca, se hospedó en la casa del señor Epifanio Robles, oriundo de Guachinango. Media hora después de su llegada, Celso recibió una notificación del jefe de armas de Ameca, ordenándole que se presentara en el cuartel. El jefe de armas era Enrique Vera, antiguo conocido y compañero de armas de Celso. Éste, entonces se excusó contestando al enviado que iría después, porque se sentía mal. Una hora más tarde, llegó una escolta a la casa donde se encontraba, entrando violentamente y allí le dispararon a Celso y a su compañero.

En la población o en sus alrededores realmente no se llevó acabó una batalla entre federales y revolucionarios, ni dentro o fuera de la población. Lo que hubo realmente, fueron algunos enfrentamientos de revoltosos que aprovecharon el caos de la Revolución contra algunas fuerzas del cuerpo rural de Jalisco que llegaban a sumar hasta veinte o treinta elementos, y la acordada formada por hombres de la misma población, que lo que querían, era proteger a la población de los actos vandálicos de las gavillas de revoltosos.

            Un acontecimiento que dejó marcada a la población en el tiempo de la Revolución Mexicana, sucedió el 27 de mayo de 1914, cuando llegó a Guachinango un grupo de alzados revoltosos al mando de Ignacio Soto. Eran alrededor de 500 hombres. Entraron pacíficamente y seguros de que no había gente del gobierno, ya que se cumplían varios días de que se habían ido a Ameca. Lo primero que hicieron estos alzados fue incendiar las casas de los principales líderes. Pero nadie sabía que Atanasio Estrada, quien comandaba una acordada de 40 hombres se dirigía a Guachinango. Antes de llegar a la población, Atanasio recibió la noticia de que los rebeldes se habían apoderado de la población. En esos momentos se le unió con más hombres un español que había participado en la guerra de Cuba, don Juan Puertas. Ese mismo día inició un combate entre los hombres de Soto que superaban en número a los de Atanasio Estrada y Juan Puertas. Se dice que el tiroteo duró todo el día. Mientras unos combatían, otros se dedicaban al robo y a sacar muchachas, llevándose alrededor de unas 60, incluyendo a mujeres casadas también. Los vecinos de la comunidad, todos horrorizados, buscaban esconderse en tapancos, pozos de agua y en donde mejor creían estar a salvo. Por la noche Atanasio y su gente se retiraron y se fueron a la Estanzuela. Al día siguiente, se marcharon los rebeldes, pero antes ordenó Soto que quemaran todo el pueblo en venganza porque le habían matado a un hermano durante la revuelta. Los revoltosos cumplieron la orden e incendiaron todas las casas del centro, pero especialmente los comercios. Todo ese día y los demás, el pueblo quedó en ruinas, estando invadido de un penetrante olor a maíz quemado.